
La Iglesia Católica Romana se jacta de ser la iglesia de Jesucristo cuando en realidad al contradecir la Biblia (Dios) demuestran a la faz de la tierra que no son una organización cristiana ni son la iglesia de Jesucristo en lo absoluto,
La Iglesia Católica Romana declara que cualquiera que cree en Jesucristo solo para su salvación, y recibe esa salvación por gracia solo a través de la fe, es considerado por ellos anatema. Dicen que si crees en la Biblia, y nada más, que si confías en Jesús, y nada más, eres anatema. La salvación por gracia solo a través de la fe es la base del evangelio de la gracia de Dios. La salvación por gracia mediante la fe en la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo solo es el evangelio de la gracia de Dios. Y por sus propias declaraciones y en sus propias palabras, están en contra. ¿Entonces cómo la Iglesia Católica Romana puede ser una organización “cristiana”? Imposible.

Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie. Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.
Efesios 2: 8-10 (RVC)
Sesión del Concilio de Trento, Cuadro de Tiziano.
Concilio de Trento Sesión 6, Canon 9:
“Si alguien dice que el pecador está justificado solo por fe, lo que significa que no se requiere nada más para cooperar a fin de obtener la gracia de la justificación, y que de ninguna manera es necesario que sea preparado y dispuesto por la acción de su propia voluntad, que sea anatema”.
Tito 3: 5-7 (Santa Biblia, versión RVC):
“… nos salvó, y no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo, nuestro Salvador, para que al ser justificados por su gracia viniéramos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”.
Concilio de Trento Sesión 6, Canon 14:
Si alguien dice, ese hombre está verdaderamente absuelto de sus pecados y justificado, porque seguramente se creyó absuelto y justificado; o, que nadie está verdaderamente justificado sino el que se cree justificado; y que, solo por esta fe, se efectúa la absolución y la justificación; deja que sea anatema.
Gálatas 2:16 (Santa Biblia, versión RVC):
“Sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe de Jesucristo, y también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, ya que por las obras de la ley nadie será justificado”.
Concilio de Trento Sesión 6, Canon 33:
“Si alguien dice que, por la doctrina católica que toca la justificación, mediante este decreto presentado en este santo Sínodo, la gloria de Dios o los méritos de nuestro Señor Jesucristo están en cualquier derogado, y no más bien que la verdad de nuestra fe, y la gloria en la multa de Dios y de Jesucristo se hacen (más) ilustres; deja que sea anatema”.
Romanos 5: 1-2 ( Santa Biblia, versión RVC):
“Así, pues, justificados por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien tenemos también, por la fe, acceso a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios”.
Después el ángel me llevó en el Espíritu al desierto, y allí vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y estaba llena de nombres blasfemos.
La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y portaba adornos de oro, piedras preciosas y perlas. En la mano tenía una copa de oro, la cual rebosaba de cosas detestables y de la inmundicia de su inmoralidad sexual.
Inscrito en la frente ostentaba un nombre, cuyo sentido era un misterio:
«La gran Babilonia, madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.» Vi que la mujer estaba ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los testigos de Jesús. Al verla, quedé muy asombrado.
Apocalipsis 17: 3-6 (RVC)